El Martirio de Juan Bautista

En los íconos de la Iglesia griega —y de otras tradiciones orientales—, Juan el Bautista suele representarse con alas, semejantes a las de un ángel, y llevando una bandeja o plato con su propia cabeza decapitada.

La imagen angélica alude a la misión de los ángeles como “mensajeros” de Dios y remite a la presentación que hace de él el evangelista Marcos.

«Como está escrito en el profeta Isaías: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que clama en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos’”. Y se presentó Juan en el desierto, bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Mc 1,2ss).

La muerte de Juan el Bautista

La fama de Jesús se había extendido, y el rey Herodes oyó hablar de él. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él las fuerzas milagrosas». Otros afirmaban: «Es Elías». Y otros: «Es un profeta, como los antiguos». Pero Herodes, al escucharlo, decía: «Es Juan, a quien yo mandé decapitar; ha resucitado» (Mt 14,1s).

Herodes, en efecto, había mandado apresar a Juan y lo había encerrado en la cárcel con cadenas. La causa era que se había casado con Herodías, la mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tenerla. Herodías odiaba a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba: sabía que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Al escucharlo quedaba desconcertado, aunque lo oía con agrado.

La ocasión propicia llegó en el cumpleaños de Herodes, cuando ofreció un banquete a sus magnates, oficiales y principales de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, agradando mucho a Herodes y a los invitados. Entonces el rey le dijo: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y hasta le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a consultar a su madre: «¿Qué le pido?». Y su madre respondió: «La cabeza de Juan el Bautista».

La joven regresó rápidamente ante el rey y le dijo: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció, pero por causa del juramento y de los convidados no quiso desairarla. Enseguida envió a un guardia con la orden de traer la cabeza de Juan. El guardia fue, lo decapitó en la cárcel, llevó la cabeza en una bandeja y la entregó a la joven, quien a su vez se la dio a su madre.

Al enterarse, los discípulos de Juan recogieron su cadáver y lo depositaron en un sepulcro (Mc 6,14-29; cf. Mt 14,8ss).